La esencia es aquello invariable y permanente que constituye la naturaleza de las cosas. Se trata de una noción que hace referencia a lo
característico y más importante de una cosa.
La esencia es lo que hace que un ser o un objeto sea lo que es, en otras palabras, que independientemente de los cambios superficiales que atraviese una persona o cosa, su esencia
(que representa los rasgos que los hacen únicos) se mantendrá intacta.
A menudo se habla del efecto
del dinero y la fama en las personas, de cómo el poder las
cambia, las aleja de sus orígenes y las convierte en seres fríos y desprendidos de su
sensibilidad. Sin ningún cambio, la esencia se conservaría impoluta.
Lo esencial es invisible a los
ojos, es decir, aquello que
verdaderamente constituye a un ser no es su aspecto físico o su apariencia,
sino que la esencia está dada por los sentimientos.
En las últimas décadas, los
seres humanos hemos dado más y más importancia
a la apariencia física y las posesiones materiales, descuidando nuestras
raíces naturales y culturales.
Estamos divididos por etiquetas
superficiales, y cada vez menos personas se esfuerzan por mirar más allá.
Nos venden historias
supuestamente románticas que comienzan cuando uno de los dos integrantes de la
futura pareja es deslumbrado por la belleza física del otro, y se confunde el
encantamiento con el amor, la superficie con el contenido.
También, musicalmente hablando,
es cada vez más difícil dar con una obra auténtica, concebida como producto de
la inspiración y de un amor genuino por crear. El ser humano ha corrompido y
bastardeado todo lo que ha tocado, desde el amor hasta la música; hoy en día, una buena canción es aquella que
más vende, así como un buen cantante es aquél que más notas agudas es capaz de
cantar, o quien, para compensar al público por su falta de talento, tiene un
cuerpo más atractivo.
Pasa el tiempo y a pesar del
esfuerzo del mercado, se mantiene lo legítimo.
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